Ningunismo:
El legado de Ícaro, surgió como la compilación de teorías y ejercicios definitiva para acompañar al manifiesto ningunista, la Tesis 222. Lo que sigue en este libro es una consecuencia natural de mis incesantes cuestionamientos al monopolio del significado y sus pretendidas autoridades. Como decía antes, existe una tipología de persona que no se conforma con lo que se ofrece y que no teme descartar toda “bibliografía obligatoria” en busca de un “algo más” indefinible y errático.
En mi caso, esa búsqueda se centró (y aún se centra) en como se gestan y funcionan los procesos mentales en los primates evolucionados (humanos) y sus impredecibles consecuencias (incluyo en esta área a la tecnología, guerra, marketing, estrellas pop, análisis de mercado y en general todo lo que es comúnmente englobado en el concepto de civilización).
Para conseguir aquella respuesta, no dudé en tocar a la puerta de cuanta persona, institución o ciencia se planteara como referente o autoridad competente.
Dentro de los cánones sociales, la oferta obvia indicaba la psicología y la sociología, ambas líneas de estudio relativamente jóvenes, y las cuales abordé de forma casi completamente autodidacta, evitándolas en el ámbito académico ya que temía convertirme en un “sociólogo o un psicólogo” (o sea un replicante de una caprichosa selección de temas realizada por las autoridades universitarias de turno).
Con respecto a la filosofía (en particular sus ramificaciones orientales) decidí interiorizarme en ella de forma constante desde los doce años, habito que aún mantengo pero el cual durante un largo periodo se bifurcó hacia un estudio profundo del esoterismo, que a diferencia de la psicología o la sociología es una disciplina antiquísima, que en la actualidad solo puede ser estudiadas por medios propios, si uno quiere evitar terminar rodeado de falsos sabios y gurús mediáticos..
Durante los últimos cinco años, cansado de la última, popular y accesible, intenté el estudio de los pilares del nuevo paradigma de la ciencia: la mecánica cuántica y la neurología.
Todas estas disciplinas impregnaron mi forma de ver el mundo, y por ello estas páginas las combinan e interrelacionan de forma constante.
Me atrevo a hablar de áreas en las cuales no tengo una especialización, o un título de grado, ya que en ellas, encuentro temas que son totalmente isomórficos con mi propia especialidad, la comunicación y el estudio de cómo se genera, replica y controla la programación mental.
El objeto del Ningunismo siempre consistió en mantenerse aparte del flujo de ideas gobernante en un momento y lugar determinado (por ejemplo el segundo milenio en América Latina) para transmitir una noción inexplicable e indefinible de una esfera que yace más allá de la cotidiana
¡Insurrección!
Auto jaque-mate.
Tu has ganado.
El ajedrez es tan simple…
- T-222
- Si usted entendió esas simples cuatro líneas, verdadera y profundamente, las restantes páginas de este libro no le pueden enseñar absolutamente nada. ¡Usted ya está iluminado!
- Si usted cree o supone haberlas entendido, vuelva a leerlas.
- No hay límite máximo de repeticiones recomendadas en este caso.
- Si usted está confundido e incluso molesto acerca de su significado, está en el estado perfecto para leer esta obra…
Dedicado a:
Ese Dios desconocido y sus alados instructores de vuelo.
Agradecimientos:
A mi madre, por generar las inquietudes y propiciar las palizas.
A quienes me enseñaron, por confundirme.
A todos mis comrades insurrectos, en particular a aquellos que experimentaron sin prejuicios mis ideas y a los que apostaron por este libro.
A todos los ocultistas, capitalistas, anarquistas, conservadoristas, revisionistas, sexistas, comunistas y demás vacuos replicadores de ideas. Sin ustedes, este libro carecería de la inspiración tragicómica que lo hace escalofriantemente absurdo.
Estableciendo parámetros.
Como adelanto del libro que en este momento sostiene en sus manos, voy a enumerar las primeras de una larga serie de opiniones que planeo compartir:
1) Un argumento que no induce una realineación en la percepción del lector solo puede generar como resultado el tedio.
2) Por lo antedicho, el Autor pretende evitar su aburrimiento generando un Cambio (con C mayúscula) en el mundo que usted conoce. Ahora.
3) Las metamorfosis genuinas del ser ocurren simbólica y conceptualmente, nunca físicamente, excepto en el fenómeno comúnmente llamado muerte.
4) Si, mi estimado lector, este es otro de esos libros que amenazan con dividir su vida en “un antes y un después” de leerlo. Si bien es lógico que lo considere un megalómano cliché mercadotécnico para incentivar su curiosidad, deje abierta una posibilidad de que esta obra efectivamente le pueda ser útil para cambiar su realidad cotidiana.
¿Cómo? -se preguntará el escéptico- Oficiando de Manual Práctico de Supervivencia Espiritual para la era del video clip. Dándole pistas (acerca de cosas que se supone “no existen”), que si se atreve a mirarlas de manera detallada y desprejuiciada, son pruebas contundentes de que es posible reorientar la percepción, o lo que es igual, usar el contenido de su cabeza como una palanca para poner patas arriba al mundo.
5) Por supuesto, el intentar ayudar a otros a pensar por si mismos, a individualizarse, siempre ha sido una alta herejía y en tiempos tan absolutistas lo es aun más. Esto conlleva un nivel para nada grato de popularidad. El Autor espera sinceramente que este libro aumente drásticamente su índice de admiradores (cuya nomina nunca logra alcanzar las dos cifras) pero no confunde esto con un concurso de simpatía, por lo que pretende perpetuar cuanta trasgresión se requiera para llevar a cabo su propósito in-formativo (de formación interna).
6) Por lo tanto el destino de este libro, desde este momento, depende de su buena voluntad. Si usted así lo permite, puede convertirse en una invitación ineludible a experimentar nuevos ángulos de percepción, o bien puede fracasar en su misión y terminar cubierto de polvo en un estante inalcanzable de su biblioteca o aún peor, en la lista negra de aquellos libros condenados a ser regalados a “esas personas” que no le agradan ni un poco a usted y a las cuales se siente irremediablemente atado por algún grillete social.
7) Teniendo en cuenta el punto anterior, si este libro le fue regalado por una persona no muy íntima, sospeche de las intenciones de su benefactor y pregúntele cuan interesante cree que es este libro.
Detrás de la abolición de una forma dada de entender al mundo, la condena al olvido de un paradigma o tras bastidores de cada posible mutación de orden cultural, social, filosófico o científico, hay un germen de insurrección creciendo en la mente de un solo individuo, uno cuyos sueños son tan vívidos que lo despiertan en la noche mientras otros duermen.
Ellos son los articuladores del Cambio.
Tal vez usted no recuerde la existencia de esta clandestina profesión ya que carece de nomenclatura y definición. La descripción de su tarea, sin embargo, es simple: construir y utilizar alas para escapar del laberinto que lo aprisiona a diario.
El hombre con alas, ha sido siempre objeto de envidia y admiración por parte de sus pares desprovistos de ellas. Esta relación amor-odio lo convierte en una materia prima excelente para la leyenda y su consecuente subproducto, la representación artística.
Así es como desde los más primigenios tiempos nos llegan reportes acerca de personajes alados, siendo más comunes los ángeles, querubines, pequeños cupidos, genios, demonios, etc. Todos ellos, sean divinos o malditos, comparten una condición común: existen detrás de una barrera sobrenatural, que los mantiene en la esfera de lo inhumano.
Pero de tanto en tanto, simples hombres mortales, desprovistos del permiso de volar que otorga el status de dioses o mensajeros divinos, emprenden la ambiciosa tarea de despegarse del suelo.
En la cultura occidental, de entre todos ellos, sin lugar a dudas, el más arquetípico es el mito griego de Ícaro.
De esta historia, como todas, no se tiene certeza alguna de su veracidad. Quizá sea imposible refutarla o aceptarla, pero para mí al menos, su existencia histórica es poco significativa, comparada con su siempre actual e inexplicable poder seductor.
Ícaro muestra sus alas en un relieve helenístico y algún que otro fresco pompeyano, se toma el tiempo para ser inspiración de grandes artistas como Saraceni(1), Rubens(2), Canova(3) o Brueghel(4) entre otros, y lo que es más meritorio aún, se las ingenia para mantenerse vigente en el siglo veintiuno, período en el cual la mitología perdió gran parte de su impacto narrativo al competir contra MTV, comics y películas de acción llenas de efectos especiales.
Por ejemplo, al momento de escribir este capítulo, estoy en condiciones de decir que Ícaro(5)de Creta es más popular que Greta Garbo y Marilyn Monroe juntas. Según el buscador Google, (gran parámetro de popularidad posmoderno), la primer diva tiene 1590000 menciones en Internet, mientras que la segunda 3560000. En total: 5150000.
Ícaro (Icarus), carente de película biográfica o documental sórdido acerca de sus excesos y sin haber realizado nada de merchandising en los últimos dos mil años, cuenta con un número de menciones de 9000000.
Incluso para su sorpresa, estimado lector, Angelina Jolie cuenta con 5500000. O sea 3500000 sitios de Internet que en lugar de comentar algún irrelevante chisme, fotografía o fantasía acerca de una súper-sexy y taquillera actriz, parecen estar más interesados en un sujeto que vivió, (según fue inmortalizado por Ovidio), toda su vida con su padre, para luego morir ahogado antes de tener siquiera su primer novia.
Algo se me debe escapar en este análisis, excepto que no importe realmente Ícaro como personaje y sí tenga un valor mítico y simbólico de alguna forma clave en nuestra programación cultural.
Según cuenta la leyenda…
Ovidio nos relata en su obra “Las Metamorfosis”, que Ícaro es hijo de una esclava llamada Náucrate y de Dédalo, artesano ateniense, considerado el inventor por antonomasia en la mitología griega.
Dédalo significa “el ingenioso” y se rumoreaba que había inventado la mayoría de las herramientas utilizadas en carpintería. Entre las obras adjudicadas a él, se encuentran el templo de Apolo en Cumas, unos baños de vapor en Selinunte, una fortaleza en Agrigento y la terraza del templo de Afrodita en Érix. También se creía obra de Dédalo una silla plegable expuesta en el templo de Atenea Poliás en Atenas y se le consideraba autor de muchas imágenes en madera, algunas de las cuales se movían y sabían hablar.
Es imposible narrar la historia de Ícaro, sin familiarizarnos primero con la de su padre. Los problemas de Dédalo comienzan con un ataque de celos, producto del cual mata a su sobrino y discípulo (el cual demostraba ser mejor inventor que él) y tiene que exiliarse en Creta donde fue acogido por el rey Minos, quien le encargó muchas obras de ingeniería. Pero la historia se pone surrealista y por que no desagradable, cuando la reina Pasifae, esposa de Minos e hija de Helios, le pide un trabajillo personal a Dédalo: para poder satisfacer su deseo sexual de un toro místico, le pidió que construyera una suerte de disfraz de vaca para engañar las preferencias sexuales del mismo.
El inventor, como era costumbre, tuvo éxito, y de este “éxito” Pasifae concibió al Minotauro, ser mitad hombre mitad toro.
Minos, avergonzado por la existencia de aquella monstruosidad decidió esconderlo y no se le ocurrió mejor idea que encargar a Dédalo que construyese una trama de túneles y pasadizos diseñados de tal forma que quien entrase no fuese capaz de encontrar jamás el camino de salida.
Aquí es donde la historia de Dédalo, se cruza con la de otros personajes mitológicos, ya que el minotauro, malcriado como buen hijo de la nobleza, no aceptaba comer nada que no fuera carne humana. Cuando al rey Minos se le acabaron los mendigos, enemigos, y turistas, optó por encargar un delivery anual de siete muchachos y siete muchachas a Atenas, reino que al haber perdido la guerra, debía pagar tributo.
Esto siguió así por varios años, hasta que en uno de estos cargamentos de hamburguesas andantes, llegó el héroe Teseo, del que Ariadna, hija del Minos y Pasifae, y media hermana del ocupante del laberinto, cayó irremediablemente enamorada y ofreció ayudarle.
Ariadna, siguiendo los pasos de su madre, y su derecho de sangre a ser caprichosa, presiona a Dédalo para que la ayude en su rescate, y este le da un ovillo de hilo, el cual Teseo debía sujetar a la entrada del laberinto e ir devanándolo a medida que entraba en él, para después poder ser capaz de salir siguiendo el camino contrario.
Otra vez, Dédalo, contra su conveniencia posterior, tiene éxito, y Teseo después de matar al Minotauro sale del laberinto y se escapa con Ariadna.
El resto de la historia de estos dos personajes no afecta al relato de Dédalo, sólo vale decir que no comieron perdices ni vivieron felices.
Su huida no pasó desapercibida, y cuando Minos descubrió la traición del inventor, lo encerró de por vida, junto a su hijo pequeño Ícaro en el laberinto que había diseñado.
Dédalo, luego de años de deambular por el gigante mausoleo, resolvió usar su ingenio para salir de allí; pero el mar ponía a su deseo un obstáculo invencible, y por otro lado el laberinto era tan confuso que era imposible encontrar una salida. “Si la tierra y el mar -dijo un día- me son cerrados por el tirano, éste no sabrá cerrarme el camino de los aires”. De esta manera recolectó plumas, pegándolas de forma tan admirable, que compuso dos alas en todo semejantes a la de los pájaros.
Es recién a esta altura del relato que aparece Ícaro, que sin saber que trabajaba en su propia perdición, reunía las plumas con un aire optimista, o bien reblandecía la cera que las debía unir.
Dédalo, le ató las alas, temblando de emoción, y le explicó en breves palabras la manera de servirse de ellas. “Ten cuidado, hijo mío, de volar siempre a la misma altura; si desciendes demasiado, la humedad del agua daría peso a tus alas; si te elevas demasiado, el calor del sol te abrasaría; ten siempre un justo medio entre estos dos extremos”. Le abrazó por última vez, tomando él primero el vuelo, para dirigir el camino: semejante al pájaro que hacía salir a sus polluelos del nido, así él enseñó a su hijo el peligroso arte de volar.
Volaron en dirección noroeste, donde sorprendidos con la extrañeza a la vista de tal prodigio, tanto el pescador como el pastor y el labrador les tomaron por dioses.
Ya habían dejado a su izquierda la isla de Samos, célebre por el culto de Juno, y a la derecha la de Delos y Paros, Lebinta y Calimna, cuando Ícaro abandonó a su padre y guía para elevarse más alto; el calor del sol derritió la cera que sujetaba las plumas de sus alas, y encontró la muerte al caer al mar que después llevó su nombre.
Este es el fin de la historia de Ícaro y el comienzo de su curiosa trascendencia.
La metamorfosis.
Gracias a la tecnología, nosotros somos capaces de “volar como pájaros”, pero no por eso nos convertimos literalmente en pájaros. Este personaje mitológico, al poseer alas fabricadas por su padre, podríamos verlo como la primer víctima de una precaria versión del Ala-delta, o como una advertencia acerca de no querer aspirar a habilidades para las cuales no fuimos diseñados.
Pero desde mi muy personal punto de vista, esta historia es acerca de un Cambio de estado. Esa variación interna que nada tiene que ver con la adquisición de una habilidad, y que sólo se encuentra en el devenir, en el convertirse como parte de un acto metafórico.
Tal vez a eso se refiere Ovidio, cuando expresa que su propósito al escribir Metamorfosis no es otro que el de contar “acerca de cuerpos que han sido transformados en formas de una clase diferente”. Su invocación dice “You heavenly powers, since you were responsible for those changes, as for all else, look favorably on my attempts, and spin an unbroken thread of verse, from the earliest beginnings of the world, down to my own time” (Ovid 29)
El cambio, entendido como la variación más radical de un estado físico, mental y espiritual, puede ser la llave para develar la concepción del mito que nos presenta Ovidio. De ser así, la historia del más famoso hombre con alas, tendría una justificada relevancia para el hombre en cualquier época y lugar, ya que nos recordaría la posibilidad de construir nuestras propias formas de desafiar las aparentemente infranqueables barreras de la gris cotidianeidad.
La caverna.
Tal vez sólo una simple curiosidad, el filósofo Sócrates se hacía pasar por descendiente de Dédalo. No es del todo imposible que el llamado por sus contemporáneos “el hombre más sabio del mundo”, concientemente asimilara el valor simbólico de Ícaro y hubiera, de forma sutil e indirecta, asociado su labor con la de este personaje mitológico.
Recordemos que Sócrates, cada paso que dio en su vida pública fue orientado hacia el mismo fin: ayudar al hombre a construir y utilizar sistemas para escapar del laberinto que lo aprisiona a diario. El no sólo fue un gran hombre con alas, sino que fue el más grande entre todos los instructores de vuelo de la cultura occidental.
Sócrates, tuvo un discípulo por sobre todos los otros: Platón, cuya más conocida analogía, “La Parábola de la Caverna”, casualmente no es otra cosa que una descripción de las distintas etapas que un hombre debe superar para salir de una prisión.
La narración de Platón dice: “Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caver¬na hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen enfrente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor los alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen…”
“…Figúrate personas que pasan a lo largo del muro llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o de piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro”.
Para aquellos que viven dentro de ella, la caverna, (al igual que la invención de Dédalo) es una prisión de la cual no hay aparente esperanza de escape.
La penumbra sería todo lo conocido, y tal como parecen infranqueables las grises paredes del laberinto mitológico, en la analogía de Platón a las proyecciones que se reflejan en el muro se les otorga un status de verdad, llamándolas como a las cosas mismas, confundiendo el eco del exterior con la voz de las sombras mismas que pasan delante de sus ojos.
En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que aquella a la que están acostumbrados. Pobres criaturas, tan disímiles de nosotros, condenadas a vivir en un mundo donde la percepción es fundada en un engaño, donde sólo pueden tocar reflejos de lo que verdaderamente es la vida.
Lo interesante de la narración comienza cuando se toma a uno de estos prisioneros y se lo fuerza a levantarse, darse vuelta y mirar la luz. Al principio la luz lo cegará y el alumbramiento le va a impedir distinguir una cosa de otra, a medida que recuperara su visión, aquella nueva percepción le generaría terror, y sería incapaz de creer que lo que había visto antes eran sólo reflejos de lo que pasa de verdad, sino que por el contrario tomaría este nuevo estado como falso y reafirmaría al habitual como verdadero.
Si lo obligaran a mirar el fuego, volvería su mirada a las sombras, donde vería sin esfuerzo con más distinción y claridad. Si se le sacara de la caverna y se lo expone al sol, esto sería una tortura, al menos hasta que se acostumbrara, etapa la cual no tardaría en llegar, y con ella la posibilidad de ver a las personas y los objetos como realmente son y se alegraría de haber salido de la caverna y sus engaños y daría cualquier cosa por no retornar a ella.
Pero si así lo hiciera, por voluntad u obligación, el tránsito repentino de la luz a la oscuridad por falta de costumbre lo cegaría, y al retornar sería otro hombre, ya no buscaría ni envidiaría los honores y alabanzas que se otorgan dentro de la caverna a los más hábiles descifrando sombras, ni respetaría a quienes dentro de este reino se consideran prestigioso y poderosos. A todos los vería como espectadores y no como artífices de sus vidas. Al contar lo que experimentó y tratar de convencer a todos los cautivos que aquello que ven no tiene verdadera existencia, generaría que los otros se rieran de él y lo segregaran diciendo que al salir perdió la vista y también la cordura.
¡Vaya historia! ¿no le parece? Pero al menos en mi caso, cuanto más me permito meditar sobre este mapa metafórico, más entiendo como funciona el mundo.
Para mí, la luz, que encuentra aquel que ve más allá de la caverna, es la representación de la ascensión del hombre hacia la región de lo ininteligible. Aquello que no es una cosa entre muchas o la suma de muchas cosas o la interacción dinámica de ellas, sino que opera como un meta-nivel, que dicta condición, naturaleza y “realidad profunda” de cada cosa, acontecimiento o proceso existente dentro de los confines de “la caverna” del mundo sensorial. Pero creer que todo es igualmente oscuro hasta que se entra en la luz, sería una reducción dualista que conlleva por un lado al panteísmo y por otro al trascendentalismo extremo. Este último, consiste en el odio a las sombras, manifestado como ascetismo violento, anti-materialismo, ética anti-sexual, represión, etc. Parado en este extremo, toda sombra es mala por no ser luz. En el otro extremo se entra en el problema del panteísmo, que confunde la totalidad del universo, o sea la suma total de las sombras de la caverna con la luz existente más allá de ella. Este error, típico del misticismo new age, y del paradigma holográfico del físico Niels Bohm, genera la ilusión de que si la realidad yace en la unidad subatómica de todo el universo empírico y se afirma que en esta interconexión “todos somos uno” se da a esa suma la categoría igual a la luz que esta del otro lado, haciendo que no sea menester salir de la caverna para alcanzarla, pues ese estado absoluto deambula por el campo visual.
Ambas visiones son parciales y basadas en la dualidad. Ambas ignoran el hecho de que dentro de las sombras existe una gradación en ontología que denota niveles del ser y niveles de conocimiento, que llevan por así decirlo desde el fondo de la caverna y a través de la entrada.
Estos peldaños por los cuales se puede trepar, son las fases de la evolución en general y las del crecimiento y desarrollo humano, que comienzan desde lo más bajo (materia) pasando a las estructuras biológicas y la mente, para más tarde acceder a las esferas de lo sutil y causal y por último a enfrentar cara a cara esa Realidad (con mayúscula) que sólo puedo definir como un proceso paradójico, que se presenta tanto como el nivel más alto de la realidad como la condición o naturaleza real de cada nivel de la realidad. Es el peldaño más grande de la escalera, y es la madera de la que esta formada la escalera. Lo llamo un meta-nivel, porque no está más allá ni separado de ninguno de los escalones ni tampoco esta confinado a ellos, sin embargo está en todos.
Este texto evidencia que sólo hay luz y siempre ha habido luz, noción que hasta ese momento era imposible de concebir ya que en un mundo de sombras, se carece de punto de comparación.
Esta analogía es bastante útil para entender los personajes que actúan de un lado y del otro del umbral de la caverna, los cuales podemos reconocer fácilmente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Están aquellos que no saben, los que creen saber, los que intentan saber, los que saben y no lo demuestran, y los que saben y cuando lo dicen son alienados, encarcelados o asesinados. Ejemplos de este último grupo son Gandhi, Malcom X, y por supuesto: Jesús de Nazaret.
Sea lo que fuere la realidad de primer orden sólo se puede ver en satori, o mediante intuición contemplativa, ya que toda teoría es una producción mental. Sólo los niveles mentales forman teorías, aunque las teorías mismas pueden intentar dar cuenta de otras esferas. La ciencia, tal como la conocemos es teoría empírico analítica, es un mapa del mundo biomaterial objetivo, contempla cuidadosamente el mundo alterándolo generalmente de forma controlada y luego ajusta sus mapas a partir de eso. Un buen mapa se convierte en modelo y el modelo que nunca se impugna se convierte en ley.
Esta jerarquía es comúnmente obviada al analizar esta enseñanza de Platón.
Dentro da la caverna, hay una jerarquía, algunos objetos están mas cerca de la entrada de la caverna.
Cada nivel superior no puede explicarse sólo en términos del nivel inferior, cada nivel superior tiene capacidades y características que no se encuentran en los inferiores. Este hecho aparece en la evolución como fenómeno de surgimiento creador. Pero al no reconocer ese hecho elemental de que lo superior no puede derivarse de lo inferior se traduce en la falacia del reduccionismo. La biología no puede explicarse solamente en términos de física, ni la psicología en términos de biología, etc. Cada estadio superior incluye los anteriores como componentes pero los trasciende al añadirles sus atributos definidores.
Interactúan, pero no de una manera absolutamente equivalente, ya que no son equivalentes entre si. Si los niveles superiores contienen atributos que no tienen los inferiores, no se puede tener una equivalencia bidireccional entre ellos. Mi conejo y yo podemos interactuar a nivel de la percepción sensomotora, pero no al de la mete simbólica, o sea no discutimos sobre Shakespeare.
La esencia trascendental de las grandes religiones tiene por núcleo la noción de advaita o advaiya (no dualidad) lo que significa que la realidad no es una ni muchas, ni permanece dinámica, ni separada, ni unificada, ni pluralista, ni holística. Está enteramente por encima y antes de cualquier forma de elaboración conceptual. Es estrictamente incalificable. Si se quiere examinar resulta que se debe apelar a afirmaciones paradójicas. Así que es verdad que la realidad es una, pero también que es muchas, es trascendente pero también inmanente, es anterior al mundo, pero no ajena a él y así sucesivamente.
Lo absoluto, al ser omnipenetrante y omninclusivo no es ajeno a ningun fenómeno y por consiguiente no podía ser detectado por ninguna clase de instrumento ni darse en ninguna clase de ecuación.
El Ningunismo, lo absoluto, no puede caracterizarse o calificarse porque no se pone aparte o es diferente de ninguna cosa y por eso no puede describirse como cosa o acontecimiento entre otros. Es Nirguna o sin atributos o Shunya, falto de caracterización. Como no hay ningún lugar fuera de lo absoluto, no hay ningún lugar que optar al describirlo. Si se pudiera salir dejaría de ser absoluto.
Esta es la doctrina de Tathata, o semejanza, Eckhart lo llamaba eidad de cada cosa, acontecimiento, los taoistas lo llaman tzu-yan. La ipseidad de cada objeto está próximo al significado del dharma budista y el sahaj vedanta. En cualquier caso esta doctrina sumada a la de advaita o no dualidad y shunyata o incalificabilidad son el punto de partida.
La idea consiste en que cuando la mente intenta razonar sobre lo absoluto genera necesariamente paradojas. Cuando la razón opera de este modo lo llamamos paradójico.
El tao cambia constantemente, expresa que nada es permanente, que todo cambia. Es una auto contradicción por que afirma que todo cambia excepto el hecho de que todo cambia, lo que por tanto seria un hecho permanente.
Intentar hacer una manifestación sobre la realidad es como una mano que intenta agarrarse a si misma o una lengua que intenta sentirse el gusto a si misma. Se acaba en un regreso infinito o en una contradicción flagrante.
La mayoría de los sistemas, por razones de consistencia, suelen trabajar únicamente con una cara de la paradoja. Así los budistas llaman vació al nivel superior, los hindúes lo llaman; ser los taoistas dicen que siempre esta cambiando, y los cristianos que es sempiterno.
La paradoja es sencillamente la manera en que se presenta la no dualidad a nivel mental. El espíritu no es paradójico; no es en absoluto caracterizable. Pero si la mente intenta pensar en él, la no dualidad se presenta como dos opuestos contradictorios y ambos pueden mostrase como igualmente plausibles porque ninguno de ellos parte de una percepción completa. De ahí que lo mejor que se puede hacer es aceptar o negar ambos lados de la dualidad; de una manera queda la paradoja, de la otra la doble negación.
Por otro lado está la filosofía fenomenológica, psicología introspectiva, comunicación intersubjetiva, interpretación, sistemas de valores, etc., generan mapas que no son comprobados por medios empírico-analíticos, ya que no parten de referentes sensoriales. Dependen para su comprobación de procedimientos hermenéuticos, por interpretación, por comunidades de interpretes que piensan de manera igual, por aprehensión fenomenológica directa, etc.
Por ejemplo, el intercambio de significados que estamos llevando a cabo ahora mismo, surge de un significado simbólico y lleva a un entendimiento interpretativo.
No se trata de un acontecimiento empíricamente reducible, ni tampoco lo puede explicar la física, química o biología. Hamlet no esta hecho de electrones, sino de unidades simbólicas de significados que si se reducen al papel en que están escritas, se destruyen.
Por ejemplo Freud, el cual pese a sus rampantes ensayos de reduccionismo sociobiologico, su metodología fue casi enteramente hermenéutica y fenomenológica.
A través de repetidas observaciones e interpretaciones, él fue capaz de crear varios mapas o teorías de la esfera psicológica, teorías que no podían ser comprobadas empíricamente como el conductismo, pero que podían ser comprobadas por quienes estuvieran dispuestos a aprender la disciplina de la interpretación introspectiva.
En esta clase de áreas, la verificación es hermenéutica, no empírica, racional fenomenológica, no sensorial, o lingüística, no física.
Según Huston Smith por ejemplo, los cuatro niveles del ser que constituyen el mínimo absoluto que se requiere para explicar las grandes religiones del mundo, son : el cuerpo físico, símbolo mente, sutil alma y causal espíritu. Otras líneas de pensamiento ofrecen mapas más detallados, como los siete chakras del yoga kundalini, que denota un nivel físico o material, el emocional sexual (prana o bioenergía), el mental, el mental superior o psíquico, el sutil o arquetípico, el causal o no manifiesto, y el ultimo o incalificado.
La caverna de Platón sigue siendo una analogía excelente, siempre y cuando se tenga en mente su índole paradójica.
El Dr. Nick Herbert, autor del libro “Realidad Cuántica”, cree que los físicos sólo pueden hablar acerca de aquello que pueden detectar, decodificar y transmitir. La realidad profunda, es área de la filosofía o la especulación. Acerca de estas áreas, el hombre solo puede hacer ruidos. La ciencia así como el existencialismo se dedican a lo que es experimentable y la realidad profunda pertenece a los pre-existencialistas como Platon y Aristóteles.
Digo que sólo podemos hacer ruidos acerca de la realidad profunda porque no podemos hacer ninguna declaración testeable acerca de ella, ya que aquello que yace afuera de la experiencia existencial está también fuera de la competencia del juicio humano.
Ningún tribunal, iglesia, jurado, etc. puede probar nada acerca de esta esfera, ni tampoco desaprobar nada al respecto.
Esta negación al lenguaje tiene su paralelo en la historia del pensamiento, por ejemplo, en el principio de incertidumbre de Heisenberg, que establece que no es posible medir el momento y la velocidad de la misma partícula al mismo tiempo. También la relatividad de Einstein, que establece que no podemos conocer la verdadera longitud de algo sino las varias longitudes –medidas en diferentes instrumentos y sistemas inertes-, o la demostración de Ames en el área de la psicología de la percepción la cual muestra que no percibimos la realidad sino que recibimos signos del ambiente que decodificamos.
Por lo tanto cuando digo que no se puede encontrar (o demostrar a otros) una realidad profunda (singular), que explique las relativas realidades (plural) medidas por nuestros instrumentos, y por nuestro sistema nervioso, el instrumento que lee todos los instrumentos, no significa que no exista tal realidad profunda.
Nuestra incapacidad de encontrarla, demuestra un hecho acerca del método científico y la neurología humana, mientras que plantear que no existe la realidad profunda ofrece una opinión metafísica acerca de algo que no puede ser testeado científicamente o experimentado existencialmente.
Esta misma clase de confusión, se ve en la psicología transaccional, que llega a plantear que no existe la realidad o que cada quien crea su propia realidad. Estas propuestas no pueden ser probadas ni refutadas, lo cual es una objeción más seria que la que plantea la ciencia al decir que no hay pruebas de ello, ya que ahora la ciencia acepta que las proposiciones irrefutables no tienen significado operacional o fenomenológico.
El primer paso en la relación de la mecánica cuántica y el software mental consiste en que el estudio de ambos, materia y mente, nos conduce a cuestionar las nociones de realidad.
Cuando la moderna neurociencia describe como nuestros cerebros operan, de hecho invocan la misma clase de paradojas o ambivalentes lógicas de valores múltiples que se encuentran en el campo cuántico.