Algo anda mal alrededor nuestro, no sólo en el entorno, en el mundo, sino también dentro de nosotros. Si quedó claro lo expuesto en la primera parte de estos comentarios, de seguro habrán empezado a cuestionarse en mayor o menor grado, cuánto de lo que ustedes perciben y creen de forma inamovible y evidente, realmente soportaría un análisis profundo, en un marco empírico consensual.
Si intuyen hacia dónde se dirige mi hipótesis, se preguntarán qué porcentaje de esa programación es suyo, y cuánta es influenciada por las mareas del inconsciente colectivo.
Ahora me propongo explicar a qué me refería cuando la Tesis 222 invitaba a “recuperar juntos las riendas de esta alucinación” frase que hoy puede resultar poco clara para más de un lector casual. Resumido: “Alucinación” es el nombre que le doy a la deformación de la percepción de la realidad de segundo orden, producto de una CONTAMINACIÓN SIMBÓLICA SISTEMÁTICA del campo de resonancia morfogenética. .. De seguro este párrafo merece una segunda leída ¿no?
Si existe una percepción subjetiva y mutable de una realidad objetiva y consensual, la cual puede ser influenciada, yo me pregunto SI NO HABRÁ NADIE EJERCIENDO ESA MANIPULACIÓN EN ESTE PRECISO INSTANTE.
Supongamos por un momento, que una invisible mano controla los hilos de nuestra mente, como si fuéramos marionetas. De existir tal fuerza, debería estar alterando la programación (antes libre y caótica) de ese campo de interconexión mental, que conecta a todo ser humano. ¿DE QUE MANERA PODRIA HACERLO?
Para Empezar, la situación que podemos observar ontológicamente, encuentra al hombre encapsulado dentro de paradigmas auto creados, automatizados, viviendo a la espera de “algo” que lo distinga del resto y le otorgue autoestima, trascendencia… al mismo tiempo que ultraja diariamente su individualidad por divinizar a la comodidad, como último factor mediador.
Cada año, un hombre mediático promedio ve unas 1550 horas de televisión, escucha unas 1.160 horas de radio y pasa unas 180 horas leyendo cerca de 40 kilos de diarios y puede que unas 110 horas más, leyendo revistas o eligiendo cuál de los 30.000 libros nuevos publicados al año, desea comprar. Además tiene cientos de películas en el cine y en el videoclub. Con esta dieta verá, aproximadamente, 37.822 anuncios al año, eso equivale a ver más de 100 por día, sin contar los otros cientos que nos esperan en la vía pública, en innumerables carteleras, posters, afiches, volantes, logos, marquesinas, promotoras y hasta publicidad en movimiento en subtes, autobuses y taxis. Cada prenda que compramos tiene una o más etiquetas, en tanto el armario de la cocina, tiene varios productos con, por lo menos, tres logotipos comerciales…
¡Yo me pregunto a diario, cómo pudo haber sucedido todo esto!… ¿Cómo se amoldó la Humanidad tan súbitamente a un sistema en el cual, un aviso corporativo, se supone puede cambiar mi vida; o cuando recibo un e-mail diseñado con datos demográficos que nunca di, sólo por ser parte de segmentaciones de marketing que me conocen y clasifican mejor que mis padres?
Toda persuasión mediática, así como cualquier sugestión hipnótica, requiere de la articulación de significados y símbolos resumidos en palabras. De existir tal influencia, creo que se fundaría en principios neurolinguísticos. Esta posibilidad se refleja magistralmente en la obra 1984 de George Orwell, en la cuál la Historia es escrita en un idioma oficial, diseñado para satisfacer al Gran hermano, representación del omnipresente ojo de los medios de comunicación. En palabras del autor “La finalidad de la Neo-lengua no sólo era proporcionar un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales del Ingsoc, sino hacer IMPOSIBLES TODAS LAS DEMÁS FORMAS DE PENSAMIENTO. Se pretendía que, una vez adoptada el habla nueva, y de una vez por todas olvidada el habla antigua, fuera literalmente IMPENSABLE EL PENSAMIENTO HERÉTICO”.
No hay evidencias de que algo así esté pasando ahora. ¿O sí?.
Si restamos al ya minúsculo número de palabras usadas por la juventud, el económico lenguaje de los celulares y similares… ¡Hmmmm!¡Tal vez sí, haya algo carcomiendo nuestra cultura!.
Si no existen palabras complejas, no existen ideas complejas, lo cual es un plan perfecto, a fin de unificar y masificar, sobre la base del denominador común, más bajo que sea posible. El psicólogo Gordon Allport señaló que, por su naturaleza, el lenguaje categoriza el ruidoso aluvión de información que llega a nosotros a cada segundo del día. Las palabras son equivalentes a poder.
Hacia fines del siglo XVIII, la ciencia creía que el Sol era una piedras ardiendo en la nada, mientras que, para William Blake, el mismo Sol era una bandeja de ángeles clamando a Dios- Para un amante de la poesía, esto último suena más convincente que definirlo como una lámpara nuclear, mientras que, para un astrónomo, es todo lo contrario. Ambos tienen sus subjetivas razones para decodificar la realidad consensual del Sol, de acuerdo con su percepción de segundo orden.
El uso del “es”, lingüística y neurológicamente fuera de la realidad consensual, sitúa al cerebro dentro de un sistema aristotélico generador de patrones y reductor de posibilidades, el cual podría estar siendo utilizado en nuestra contra.
Desde este punto, todas las asociaciones y preconceptos que se agregan sobre esa percepción, son condicionados al decir “Esta persona es…” ya que abre el debate sobre la metafísica asociada con una esencia común a todos los miembros de un grupo y hace posible una falsa nomenclatura de características supuestamente “innatas”, a la cual se lo asocia.
Al “etiquetar” editamos otra vez nuestras posibilidades, proceso que les recordará la Programación mental… y de eso se trata esto. Resaltando un rasgo, se organiza nuestra percepción de la persona entera, relacionándola con el imaginario social del grupo de pertenencia, al cual se lo asocia.
En orden a consolidar a LA TOTALIDAD, debe haber una definición para cada individuo. A este sistema no le interesa si un individuo deja de serlo, para ser un patológico, o un ecológico; un bisexual o un radical; siempre y cuando el “individuo” participe de la SEGMENTACIÓN Y LA ESTANDARIZACIÓN, definiendo lo que “es”. De ahí la necesidad de ser INDEFINIBLES, INVISIBLES AL SISTEMA.
Uno de los fenómenos más documentados de la psicología social, es la “Profecía que se cumple a sí misma”, aquella tendencia de que la definición de una situación, suscite una conducta que la convierta en verdadera. Muchos experimentos fueron realizados en esta área, por ejemplo, mostrando que aquellos estudiantes a los que se los etiqueta al azar como “más inteligentes” actúan de manera más inteligente; de igual manera, una mujer, convencida de ser bella, se comporta como si lo fuese.
LA AUTODEFINICIÓN INDUCIDA, GENERA ALUCINACIÓN.
Recuerdo un estudio realizado en Chicago sobre el tema. Richard Millar, Phillip Brickman y Diana Bolin (1) , intentaron persuadir a estudiantes de quinto año de que fueran limpios y ordenados. A un grupo de ellos, se los capacitó explicándoles con charlas y conferencias la importancia de ser ordenado y limpio, así como temas de ecología y polución.
A otro grupo sin darles estas charlas, se los comenzó a definir como “limpios”, “ordenados” y “prolijos”. Al terminar el experimento, los estudiantes que por azar habían sido determinados “limpios”, tiraban tres veces más cantidad de basura en los tachos y tenían su lugar de estudio ostensiblemente mejor organizado que aquellos que habían escuchado las charlas.
De forma no menos arbitraria, en los kioscos de diarios, cierto tipo de mujeres son designadas deseables y hermosas, y cierto tipo no; ciertas profesiones son sinónimo de éxito, y otras de fracaso, etc.
Para los agraciados por este flujo de tendencias les queda la eterna obligación de mantener su status de ser “modelos” y la presión, con sus consecuencias psicológicas, suele ahogarlos en drogas, alcohol o las favoritas enfermedades estéticas. Para los otros, siempre culpables por no alcanzar un handicap específico para el target deseado, les queda redimir su culpa con grandes rounds masoquistas de dietas y operaciones que los acerquen más a lo que la “totalidad” desea. El común denominador de ambos: la infelicidad.
Como explicaba antes, al plantear la supuesta verdad acerca de la naturaleza del sol en forma aristotélica, “el sol es una roca para la ciencia, pero también es una banda de ángeles para algunos poetas”, se produce una dicotomía donde una de las dos partes debe estar equivocada. Ambos modelos del astro chocan ya que sólo puede haber una verdad acerca del sol. Pero aquí surge la disputa, ¿Era acaso más certera la propuesta del paradigma científico, aunque ya haya sido desmentida su teoría?
La respuesta light y posmoderna a esta fricción es la de que ambos tienen “igual derecho a expresar sus percepciones”, y denotando que todos los gustos y decisiones son iguales en un pasteurizado y homogeneizado discurso mediático, se destruye la escala de valores y se impide el establecimiento de códigos verdaderos, los cuales son reemplazados por el caprichoso beneplácito de la siempre renovada opinión pública, la cual está obviamente manejada por la ilusión de totalidad.
“Aquel es un judío”, traía en la “totalidad aria” de la Alemania nazi connotaciones que obviamente van más allá de qué religión practicaba o cualquier otro dato percibido de la realidad de primer orden. Actualmente decir “Ella es gorda” simboliza mucho más que una percepción consensual. Es un juicio descalificador de la persona como tal, dejando como opción una condena a la alienación, por un lado, o al fútil sacrificio por el otro. El estar gordo o ser parte de una minoría racial, en el plano consensual es una realidad, la cual puede ser decodificada en un segundo orden con agrado o no, dependiendo de la programación individual. Eso ha sido así siempre y sería una utopía intentar evitarlo. Pero al no quedar casi vestigios de los pilares que antaño sustentaban a la sociedad (familia, religión, patria, tradiciones) cualquier patrón puede ser legitimado. Decodificar cualquier rasgo como “deseable” o “desechable” de acuerdo a normas culturales generadas por programación miticosimbológica y mediática, genera un voto anónimo a tal nomenclatura y al organismo que lo dispensa, o sea cuantas más dietas se hagan en nombre de escapar de una definición arbitraria y caprichosa, mayor es la legitimación que se da al tabú de la gordura.
Toda interacción social se reduce a una operación comercial de gasto mínimo y beneficio máximo; tal es la expresión perfecta de la alucinación posmoderna que yo expongo.
El poder solía ser la imagen del cielo en la tierra hasta hace un par de siglos. Sabiendo, o al menos intuyendo, que en algún momento esto dejó de ser así, e incapaz de poner una fecha como inicio del estado actual, planteo simplemente que hoy el poder lo tiene la iconolatría y la representación.
Tal como antes un brujo tribal comunicaba el designio de los dioses a sus inferiores oralmente, el fenómeno de la mediación y el monopolio del significado, creció desmedidamente hasta hoy, donde puede desaparecer a ese original brujo tribal y su tribu con sólo cuatro segundos de tanda publicitaria. Mientras leen esto, la era de la información y la imagen explota e implota, dentro y fuera nuestro.
Por elección o no, vivimos a diario una “relación de involución” con la simulación espectacular de los Medios. Una “relación” esencialmente vacía e ilusoria, incluso cuando crean que están percibiendo “la realidad” en los Medios, son obligados a retroceder sobre ustedes mismos en una acción separadora, alienante que “clava” a la gente frente a una realidad producida por otro. Ya en 1922, Walter Lippman afirmó que los medios de comunicación de masas pintan un mundo imaginario y que las “imágenes de nuestra cabeza” obtenidas a partir de estos medios influyen en nuestra manera de ver el mundo.
Seguramente más de uno de los que leen esto se consideran fuera del área de influencia de los medios y aseguran ser libres en su edición de la realidad consensual. Por ejemplo, de más está decir que lo que vemos en la TV no existe. Pero… ¿qué tanto recordamos ese pequeño detalle?
George Gerbner y su equipo (2) han realizado uno de los análisis más amplios de la televisión llevados a cabo hasta hoy. Recopilaron grabaciones durante casi diez años de miles de programas de TV que se transmitían en la franja horaria de mayor audiencia y los examinaron en detalle.
En estos programas encontraron varios patrones, por ejemplo los varones superan tres a uno a las mujeres, las cuales son en su mayoría más bellas y jóvenes que los hombres, hay muy pocos niños o ancianos, ni hablar de la representación de la pluralidad racial. La mayoría de los personajes son profesionales y directivos, aunque en Estados Unidos el 67% de la gente trabaja en servicios o trabajos menores.
Gerbner y sus colaboradores compararon las actitudes y creencias de espectadores intensivos, (más de cuatro horas diarias de TV) con los casuales, (menos de dos horas diarias) comprobando que los primeros, tienen más prejuicios raciales, sobreestiman ampliamente el número de personas empleadas como médicos, atletas y abogados, perciben a las mujeres inferiores que los hombres y tienen nociones exageradas del predominio de la violencia en la sociedad y creen que los ancianos están más enfermos y son menos que hace veinte años, cuando cualquier índice consensual marca lo contrario.
Además, y como si fuera poco, tienden a ver al mundo como un lugar siniestro, creyendo que la mayoría de las personas son egoístas y aprovechadoras.
En otro estudio Craich Hanley (3) relaciona la influencia de los medios con la percepción del crimen y la violencia. Se descubrieron alarmantes conclusiones, por ejemplo que las películas con exceso de violencia tienden a generar menor empatía y sensibilidad; estimando que un chico promedio de 15 años pudo haber visto más de 13.000 asesinatos sólo en la TV. Un sociólogo de la universidad de California (4), anunció una asombrosa predicción: “a los cuatro días del próximo campeonato de pesos pesados (televisados a toda Norteamérica) serían asesinados a sangre fría al menos once personas”. Y acertó.
Para realizar esta predicción, recopiló una lista exhaustiva de todos los anteriores campeonatos de pesos pesados y examinó las fluctuaciones en los índices diarios de homicidios antes y después de la pelea. Tras introducir la correlación por la influencia de los días de semana, vacaciones y otros factores, halló que los índices de homicidio aumentaban de manera considerable al cuarto día después de los combates.
Lo más sorprendente de la investigación es que el tipo de persona asesinada tenía grandes probabilidades de ser similar al boxeador derrotado en el ring. Por ejemplo, si era un joven afroamericano aumentaban en su mayoría sólo estos asesinatos y también se vio una clara correlación entre la cantidad de muertos y la cantidad de publicidad del evento.
Como explicaba al principio, el objetivo fundamental de “la realidad de segundo orden” es editar la realidad consensual de acuerdo a parámetros internos e individuales, de la misma forma, en la televisión la edición es una forma de INFLUENCIAR nuestras ediciones. Shanto Iyengar y Donald Kinder variaron el contenido de los noticieros que veían un grupo de voluntarios, incluyendo a cada grupo un tema repetido en mayor cantidad que los otros, y acompañado con una entonación más seria. Como consecuencia, los televidentes participantes de los tres grupos señalaron como “problema capital a resolver a nivel nacional” temas tan diversos como la ecología, el presupuesto del armamento y la economía regional. Todos de acuerdo a lo inducido por la televisión. Lo que alarma aún más es que comenzaron a actuar sobre la base de esas nuevas creencias evaluando a quién votar sobre qué propuestas tenía cada candidato respecto a ese tema inventado. Hasta los dinosaurios burocráticos como Henry Kissinger, antiguo secretario de estado de Estados Unidos, dijo que sólo le interesaba ver de qué trataban las noticias y su duración para saber qué le importaba a la gente, no el contenido de las mismas.
La función de los medios no es la de decir a la gente “qué pensar sobre un tema” sino marcar “en qué tema debe pensar”, este proceso llamado Agenda Setting en el mundo de la información, se maneja en ciclos diarios: comienza por la mañana cuando los diarios publican las últimas informaciones que se presentaron el día anterior y las convierten en noticias, agrandando y omitiendo cuanto rasgo sea necesario. Esa información es tomada en el horario de mayor audiencia radial entre las 8 y las 10 de la mañana por los equipos de producción. Estos generan una replicación, decantando que temas son de importancia y recortan los que por la tarde la TV, más tirana en sus tiempos, convierte en una pastilla que requiere poca capacidad de raciocinio para ser digerida. Al día siguiente, otra vez comienza a girar la rueda generadora de imágenes del mundo en función del capricho y el sentido comercial de escritores, redactores y editores de medios masivos. Repito, no dicen cómo tienen que ser o qué pensar sobre algo, eso lo hacen ustedes mismos. Ellos sólo utilizan toda arma de seducción (siendo su obvia primera opción el sexo sin sentido) para vender ilusiones que sólo ustedes pueden comprar al identificarse.
Estas investigaciones muestran asociaciones, y no relaciones causales entre la influencia mediática y cómo se altera la percepción de la realidad. Tengo la duda de si al ritmo de estos hipnóticos tambores bailan inmensos sectores del conjunto social o si por el contrario no importa lo que digan o hagan, no hay repercusión posible ni receptores tangibles de sus ideas, ni siquiera palabras para articularlas.
Si ese es el caso, se requiere algo más que una teoría de cambio, estaríamos necesitando una insurrección que parta desde el plano simbólico estructural mismo de la alucinación para devolver a cada individuo su perdido derecho a la libertad psíquica. La invitación está hecha. El resto depende de ustedes.
Roy Khalidbahn
Referencias:
1. Miller R. Brickman P y Bolin D, “Attribution versus persuation as a mean for modifyng behavior”, Journal of Personality and Social Psycology 1975.
2. Gerbner G. Gross, Morgan M. y Signorielli N. “Living with television: The dyanmics of the cultivation process” Hillsdale Eribaum 1986.
3. Hanley, C. y Manzolati, J. “Television Criminology: network illusions on criminal justice realities” Nueva York 1981 Freeman.
4. Phillips D. P. “Natural experiments on the effects of mass media violence and fatal aggression” compilado en “Advances in experimental Social Psycology” vol. 19 pags. 207-250 Nueva York Academics Press, 1986.